
Gabriela llega agitando los brazos como si estuviera a punto de despegar del suelo. La discreción no es una de sus virtudes y la puntualidad, tampoco. Luego tiene TANTAS otras, que uno no puede más que sonreír ante su despliegue de talento y vivencias. La cuestión es que llega cargada y me dice: «¡Soñé con vos!» Y mientras buscamos un sofisticado local donde entregarnos al placer del dulce, me lo cuenta.