Ya es oficial: nos han robado el mes de abril, aquel que guardábamos en el cajón donde guardamos el corazón y, entre la ropa de primavera verano, un montón de proyectos, tan o más grandes que abriles anteriores y una temporada prometedora de la que, no lo dude nadie, también íbamos a acabar quejándonos. Lo creo con la misma certeza con la que creo que, dentro de no tanto, muchos habremos olvidado todo esto. No, por supuesto, quienes perdieron a alguien, que fueron y serán aún, muchísimos. Cualquier cifra por encima de cero me parecieron siempre demasiados. Pero al resto de los mortales de a pie; es decir: los vivos, el eco del año aquel que nos robaron el mes de abril, apenas nos hará poso y estaremos, más pronto que tarde con la cantinela de que si mal la temporada, que si llueve en Semana Santa; que si no encontramos aparcamiento, o mesa en una terraza con estos putos guiris que invaden todo; que si mira esos niños salpicando en la playa, seguro que sus padres están tomándose una cerveza en el chiringuito y ahí los dejan, tan alegremente y, que si los de la limpieza, o los sanitarios, o el personal de las residencias, otra vez en huelga y se amontonan las bolsas de basura y los pacientes en las listas de espera, a ver qué querrán ahora.
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