Dicen que montar en bicicleta no se olvida nunca. Cosas de la neuroplasticidad y de la capacidad de las neuronas de crear sinapsis.
Pues en bici no lo sé, pero a mí se me está olvidando andar con tacones. Lo habré intentado un par de veces y aborto la misión rápidamente aunque suponga cambiar el vestido de noche por vaquero y camiseta. Total, ¡qué más dará!
Así que plana, salgo y aquí en Madrid sigue todo abierto, menos lo que ha cerrado definitivamente, claro. Que nos sobran los motivos para lo uno y para lo otro. Ando absorta y plana en el supermercado, eligiendo quesos o champús, cuando la misma voz en off que antes anunciaba ofertas en nuestra sección de pescadería, me despierta: «Pensamos en su seguridad, por favor, ayúdennos a cuidarle usando guantes en todo momento y manteniendo una distancia de dos metros». Miro alrededor convencida de que esto es una película de ciencia ficción. Cada vez me pasa más a menudo: me despisto y por un momento ya no recuerdo cuánto hay de ficción en esta realidad o cuánta realidad había en lo que mirábamos tan tranquilos convencidos de que solo era ficción y viajo —que nos sobran los motivos—, entre lo otro y lo uno.
Seguir leyendo en Diario de Ibiza