En Madrid se conocen como gatos a los que «son madrileños de verdad». Es decir, que uno presume de gato cuando es de origen madrileño, pero también lo son sus últimas tres generaciones al completo: padres, abuelos y bisabuelos. Ni uno menos. El resto como mucho llegan a mininos. Reconozcamos que son muchos parientes.
Esto en Ibiza sería una catástrofe por dos motivos: en primer lugar, porque nada tiene que ver este concepto de ser de verdad gato (otro día os cuento la historia que da origen de la expresión) con el nuestro de ‘ anar ben gat‘. Y segundo, valga el símil, porque si arañásemos tan atrás entre los ibicencos, nos aparecían fenicios, púnicos, romanos, árabes? en la medida suficiente como para saber que somos una raza estupenda, vaya que sí, pero muy mezclada de otras.
Cada uno que saque su propia denominación de origen. Yo, a falta de una oficial, me he inventado una que divido en tres niveles: uno es ‘ibicenco de nacimiento’ cuando ha nacido aquí; ‘ibicenco’ si uno de los padres es de la isla (en este rango me encuentro yo y vale, me lo he inventado a mi conveniencia. Ventajas de inventores); y ya ‘ibicenco ibicenco’ cuando ambos padres son de Ibiza. Fin
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