Cuando fui a votar el sábado pasado por la mañana (por cuarta vez en cuatro años) a la oficina de Correos junto al Ayuntamiento de Madrid, en la calle Montalbán, sonreí al comprobar que, justo enfrente, se mantenía la larga cola para entrar a la exposición del quinto centenario de la vuelta al mundo en el Museo Naval. Pensé que aún había esperanza. Tardé lo que se tarda en bajar las escaleras de la inmensa oficina de Correos para desilusionarme de nuevo con la especie humana al comprobar que estaba desierta. Tal y como auguraban las noticias de la mañana, el plazo de solicitudes de voto se había zanjado con un tercio menos de peticiones que en las pasadas elecciones de abril.
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