He pasado una semana sin móvil. Supongo que era ya viejo para ser móvil. Conozco la esperanza de vida de un gato, de un perro, pero ¿de un móvil? Debe rondar el período de garantía y un día más.
Una semana sin móvil. Imaginen a mis amigos preocupados por la ‘desconexión’: “Pero, ¿no tienes otro de recambio?”, “¡Te presto uno!”, “¿De verdad vas a estar sin móvil?”. Problemas del primer mundo, qué les voy a contar. Respondía con una mirada de ternura a las suyas de estupor, como quien descubre, no vida en Marte, sino un elevalunas manual o que el baño de una tasca no tiene botón sino una cuerda colgando.
Definitivamente, me hago mayor. Soy de la generación que sabe por qué se dice tirar de la cadena. En años de móvil andaría ya en algún vertedero electrónico en Ghana, rodeada de plomo, cadmio y bromo. Oro y cobre no ¡faltaría más! Que hay quienes arriesgan la salud por 3 dólares diarios.
Seguir leyendo en Diario de Ibiza