El ser humano es extraordinario, divagación primera:
Estoy en una de esas aulas de medicina que parecen sacadas de una película. En los pasillos hay figuras que estudian la anatomía humana desde hace dos siglos (algunas se alegran mucho de verme, imaginad la de alegrías que habrán provocado) con un aspecto entre vintage y siniestro. Imagino perfectamente a alumnos ya jubilados, que entre estas paredes miraban con curiosidad las prácticas de disección.
Mi mente que va por libre y ve historias ¡tremendas! Por doquier… En fin, que es uno de esos momentos en que, de repente, mi vida parece un rollo. Como alguien me pregunte a qué me dedico, ¿cómo explicarle que a «la comunicación»? Fijo que les miento y sin pestañear contesto algo más interesante, del tipo: «Soy actriz porno. Retirada». Vuelvo al tajo. No me liéis… Besos a todos (con mascarilla de enfermera).
El ser humano es extraordinario, divagación segunda:
Estudios de feto y recién nacidos de 1920 a 1928.
El ser humano es extraordinario. Una máquina perfecta y no hablo ahora de esa estructura de tripas y células intercomunicadas, sino muy especialmente del regalo de quienes dan un uso generoso a esas células.
De quienes hacen que su vida no sea de paso, sino que trascienda intentando dejar un legado, mejorar la de quienes vendrán detrás, aunque no los conozcas de nada. Qué pasada saber que todos los demás, «te tocan» aunque no te toquen de nada. QUÉ PASADA.
No me hagáis ni caso. Que da igual lo que me encuentre, me pongo en modo «Cuenta historias»…