Dicen que las comparaciones son odiosas. Desde luego, ahora que se cumplen diez años de que el movimiento 15M llenara la Puerta del Sol, el contraste de las imágenes de una marabunta clamando «¡Alcohol, alcohol! ¡Hemos venido a emborracharnos y el resultado nos da igual!» sí lo es.
A escasos kilómetros del jolgorio por el fin del estado de alarma, las UCIS se encuentran cerca del indicador de peligro extremo de ocupación, pero las ‘cañas y libertad’ de Ayuso han calado con garra en la sociedad madrileña convencida de que el fin de la pandemia se elige en las urnas.
Poco importa que en solo dos meses de mandato de la reelegida presidenta hayan muerto 9.470 mayores que vivían en residencias madrileñas —7.291, sin recibir atención médica—. Los muertos ya no votan y los vivos están deseosos de pasar esta página negra de la historia.
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