‘Banderas de nuestros padres’ es uno de los dos títulos con los que Clint Eastwood abordó la batalla de Iwo Jima durante la II Guerra Mundial.
La película retrata la cruenta batalla que pasara a la historia, no solamente porque se saldara con más de 20.000 bajas estadounidenses y otras tantas japonesas, sino también por una fotografía: seis marines inmortalizando el momento en que el glorioso ejército estadounidense alcanza la cima del monte Suribachi y alza la bandera de barras y estrellas. La imagen, tomada por el periodista Joe Rosenthal, le valió un Pulitzer y también sirvió de modelo para esculpir el monumento del Memorial de Guerra del Cuerpo de Marines. Todo sería loable de no tratarse de una manipulación histórica. Los estadounidenses, efectivamente, subieron a lo alto de la ‘isla del azufre’, en la que no había más vida –la composición de la tierra apenas permite la existencia de plantas y animales– que los soldados nipones llevados a una muerte casi segura y las ratas que tuvieron la desgracia de colarse en los barcos que los transportaban y acabaron sirviendo de comida a ambos bandos, pero, al parecer, un político encaprichado ordenó recuperar la bandera para que se la enviaran como trofeo que lucir en su despacho.
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