Bien podría ser alguna callejuela de La Marina, en Ibiza, con las murallas de Dalt Vila de fondo.
Bien podía ser alguna de las serpenteantes calles de Binibeca, en Menorca.
Pero no.
A escasos metros de la Acrópolis de Atenas, te sorprende este pueblo mediterráneo, contrastando el blanco y azul entre los colores de las piedras milenarias.
Es Anafiotika y debe su nombre y su origen a Anafi, una isla del archipiélago de las Cícladas.
Fueron levantadas por los albañiles venidos de esa tierra a Atenas, en el siglo XIX como mano de obra para la construcción del Palacio del Rey Otto. Su intención era construirlo sobre el Partenón, en el monte de la Acrópolis, pero no se le permitió acabar con los restos arqueológicos de los templos y tuvo que trasladar el proyecto a la plaza Syntagma.
Se calcula que 520 personas trabajaron en este fastuoso edificio que fuera la residencia del rey y que hoy alberga el Parlamento Griego.
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